Hace unos días terminé de leer el libro de la periodista argentina María Seoane titulado, “Argentina 1900-2003 el siglo del progreso y la oscuridad”, y aunque desde la distancia tanto física como temporal, he podido comprender mejor el como y el porque de la situación actual de este hermoso país, marcado por la irreflexión y la corrupción política, la pelea y el ansia infundada de poder, el ir y venir de radicales y peronistas y sobre todo, demasiados golpes militares que colmaron el país de terror, represión, sangre y desaparecidos, muchos desaparecidos…
Un presente y un futuro que nunca podrá desligarse de su pasado y que jamás podría comprenderse sin este. Desde finales del XIX con la llamada “conquista del desierto” en la que el gobierno argentino combatió contra las ultimas naciones indígenas Mapuche y Ranquel, por el dominio territorial de la pampa y la patagonia. La creciente inmigración de comienzos de siglo, los grandes señores de la tierra llegados en esos años desde Europa para asentarse en la fértil tierra argentina, “en el granero del mundo”; Yrigoyen la UCR y el partido socialista; la emblemática figura del Gaucho, el movimiento del campo a las ciudades, del "cabecita negra” al obrero industrial; el latir fuerte de una cultura demasiadas veces exiliada, Borges y Cortazar, Gardel y Piazzola, el teatro Colon, el tango y la milonga; el asadito y el mate; la gran Buenos Aires de mitad de siglo. Perón y el “justicialismo” con su Evita, madre de los trabajadores y la “revolución libertadora” que fulminó a ambos. Ernesto Che Guevara, la matanza de Trelew, las revueltas estudiantiles, el cordobazo, la noche de los bastones largos, Montoneros, la triple A, la represión de los milicos, Videla y su “proceso de reorganización nacional”, los desaparecidos, las madres de la plaza de mayo, la Malvinas, Alfonsín y el proceso gradual e imparable de hiperinflación, la copa del mundo del 78, los gambeteos imposibles del Diego, Menem y el neoliberalismo de los 90, la ley de convertibilidad, el “default” de la deuda externa, el patético De la Rua, el corralito, el ruido seco y amargo de las cacerolas que dio la vuelta al mundo, y tantos y tantas cosas que trascendieron de forma irregular al resto del planeta, configurando en la mente de todos los que miramos de reojo a la Argentina, una imagen de país roto, paradójico, deshojado, desgastado, desdibujado, arañado y desangrado por años de precarias actuaciones y precarios actores.
El legado que todo este torbellino de acontecimientos políticos, sociales y económicos han dejado a la Argentina de hoy, es un país ahogado por la deuda externa, empobrecido, desindustrializado, con sus recursos básicos y su empresa pública exprimida por el capital extranjero, con un elevado índice de desocupación, con su moneda nacional brutalmente devaluada y una sociedad cuyo denominador común es el cansancio y el escepticismo hacia las clases dirigentes.
Un presente y un futuro que nunca podrá desligarse de su pasado y que jamás podría comprenderse sin este. Desde finales del XIX con la llamada “conquista del desierto” en la que el gobierno argentino combatió contra las ultimas naciones indígenas Mapuche y Ranquel, por el dominio territorial de la pampa y la patagonia. La creciente inmigración de comienzos de siglo, los grandes señores de la tierra llegados en esos años desde Europa para asentarse en la fértil tierra argentina, “en el granero del mundo”; Yrigoyen la UCR y el partido socialista; la emblemática figura del Gaucho, el movimiento del campo a las ciudades, del "cabecita negra” al obrero industrial; el latir fuerte de una cultura demasiadas veces exiliada, Borges y Cortazar, Gardel y Piazzola, el teatro Colon, el tango y la milonga; el asadito y el mate; la gran Buenos Aires de mitad de siglo. Perón y el “justicialismo” con su Evita, madre de los trabajadores y la “revolución libertadora” que fulminó a ambos. Ernesto Che Guevara, la matanza de Trelew, las revueltas estudiantiles, el cordobazo, la noche de los bastones largos, Montoneros, la triple A, la represión de los milicos, Videla y su “proceso de reorganización nacional”, los desaparecidos, las madres de la plaza de mayo, la Malvinas, Alfonsín y el proceso gradual e imparable de hiperinflación, la copa del mundo del 78, los gambeteos imposibles del Diego, Menem y el neoliberalismo de los 90, la ley de convertibilidad, el “default” de la deuda externa, el patético De la Rua, el corralito, el ruido seco y amargo de las cacerolas que dio la vuelta al mundo, y tantos y tantas cosas que trascendieron de forma irregular al resto del planeta, configurando en la mente de todos los que miramos de reojo a la Argentina, una imagen de país roto, paradójico, deshojado, desgastado, desdibujado, arañado y desangrado por años de precarias actuaciones y precarios actores.
El legado que todo este torbellino de acontecimientos políticos, sociales y económicos han dejado a la Argentina de hoy, es un país ahogado por la deuda externa, empobrecido, desindustrializado, con sus recursos básicos y su empresa pública exprimida por el capital extranjero, con un elevado índice de desocupación, con su moneda nacional brutalmente devaluada y una sociedad cuyo denominador común es el cansancio y el escepticismo hacia las clases dirigentes.
Les deseo un futuro mejor, donde brillen los colores de la igualdad, la justicia, la paz, la estabilidad y la honradez. Mientras tanto me guardo en la memoria el pintoresco "caminito de la boca".
Me decía un buen amigo marplatense que a su país lo llamaban el corcho de Sudamérica, entre todos parece que lo hunden, pero al final siempre sale a flote.
…Un abrazo para Luís, Mª Ángeles y Cristian, mi pequeña familia argentina…
1 comentario:
Tremenda patria, me dán ganas de ir sólo para ver de dónde coño salió semejante Leoncio.
Y tú, a ver si con lo que vas a fumar esta noche me sabes hablar en verso, oyes, que me tienes hasta los cojones, de versos tan ramplones, JA!
Toma otra:
Cuando bebo borgoña ,
me dán ganas de coña,
y cuando me quedo sin pelas,
acabo en bares de travelas
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