...una parada en mis sueños...

lunes, 19 de febrero de 2007

Atrapasueños

De repente se despertó de golpe en mitad de la noche fría y oscura. Dos cosas sabían seis personas sobre las noches frías y oscuras de aquel tipo; el jamás abría los ojos antes de las ocho y nunca recordó del todo uno de sus sueños. Sin embargo aquella noche se despertó con los ojos abiertos, las pupilas ampliamente dilatadas y en su memoria quedo grabado como una cicatriz, el sueño que había partido en dos el frió y la oscuridad que le rodeaba. Recordó detalladamente su sueño, en el que un tipo siniestro, sin pasado, sin corazón y de manos vacías, le perseguía corriendo despacio. Realmente no sabría decir por qué, pero aquella lánguida figura corría sin parar tras sus pasos como el que persigue un sueño, pero dentro de otro sueño.
Se sentó sobresaltado en el borde de la cama y divisó en la penumbra, de pie, al fondo de la habitación a un tipo con traje oscuro y sombrero, con aspecto de haber visto a la muerte en muchas ocasiones y de haber llorado en muchas otras.
- ¿Qué coño haces aquí tío?
- Nada, solo quería ver si conseguían atraparte
- ¿Conoces al tipo que perseguía mis sueños?
- Claro. ¿Acaso tú no conoces tu propia sombra?
Con los ojos abiertos y la mente en blanco, decidió no hablar nunca más con el hombre del traje oscuro. Ahora vive entre el armario y el escritorio, habla con dios y observa despacio a la gente que persigue cosas en la oscuridad. A veces, en silencio y con la mirada perdida en el mundo de las miradas perdidas, aun se pregunta si aquel traje con sombrero era suyo, o si todas las cosas que esperan en un rincón son las mismas que corren tras de ti por las noches.
Si yo pudiera hablar con dios le diría que es un gilipollas. Le diría que la tierra que piso es preciosa, rica en todos los sentidos, verde marrón, gris, negra, roja. Toda preciosa. Le diría que todos los animales que en ella habitan son hermosos, con estupendas cualidades que los hacen a todos especiales, heterogéneos, altos y bajos y algunos grises como la suela de un zapato viejo. Le hablaría de árboles altos, montañas al atardecer y agua fría. Le hablaría de lunas llenas, del viento que se lleva las cosas que pasan de puntillas y de nubes que viajan más lejos que la mente de un niño. Le hablaría de ti y del chico que camina con los pies mojados. Le hablaría de otras lenguas, de otros cuerpos con sentidos distintos al sentido de las cosas. Le hablaría de ella, o puede que no, no lo se. Quizás le diría que todo está bien; todo menos yo. Después me levantaría y me pondría una copa.
- ¿Quieres tomar algo?
- Si, quizá un Bourbon
- ¿Solo?
- No, con hielo y agua.
- Eres un gilipollas. ¿Por que has llenado este espacio coloreado, de gente gris con trajes oscuros y sombrero?
- No lo se. Puede que antes no fueran así, ¿Quieres que me los lleve ahora?
- Solo quiero que las cosas vuelvan por donde han venido, pero sin zarzas ardiendo en mitad del camino
Yo nunca podría ser dios, al igual que Maradona nunca podría ser dios. Con o sin mano empujando un balón. Los dioses son egoístas y por eso quizá las personas también lo sean. La gente gris con traje gris y sombrero gris es egoísta. Yo no me sentaré más a pensar en el. Nunca haré nada más por el. No tengo ni quiero fuerzas para perder el tiempo en algo que no es lo que dicen que es y que nunca acaba siendo lo que dicen que alguna vez fue y que seguramente nunca llego a ser del todo lo que muchos pensaban que iba a ser. Los libros valen más que los dioses, incluso los libros que hablan de dioses valen más que ellos.
“No olvidéis que el fuego de los años consumirán para siempre los iconos de la fe”, decía una y otra vez.
Ayer era noviembre, hacia frió y todo estaba oscuro. Mañana olvidare todas las cosas que turban cada gota de imaginación desprendida de todas las mentes que viven junto a espectros grises y dioses que vagan entre mundos distintos.
De todas sin excepción. Absolutamente de todas

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