Hoy domingo como tantos otros domingos durante la larga travesía otoñoinvernal me levante con ganas de salir a la calle y alejarme un poco de la ciudad a pesar de que este comienzo de primavera sigue empeñado en camuflarse tras las nubes y el agua.
Podría resultar algo tedioso lo de tener que caminar bajo la lluvia y más en fin de semana y con ganas de salir de ruteo campestre; pero hoy no resulto ser así.
Si existe un fenómeno natural especialmente llamativo en días de sol y lluvia, es el arco iris. Supongo que cualquier persona en algún momento de su vida habrá podido contemplar ese efecto óptico-metereológico, provocado por los rayos de sol al atravesar las partículas de agua suspendidas en el aire, pero quizás no todos lo hayan podido contemplar con la increíble perfección y nitidez con lo que lo hemos podido hacer esta tarde.
Subidos a una pequeña colina, donde antaño se levantaba un pequeño castillo sobre el pueblo de Bolea, se ha formado en cuestión de pocos segundos un arco iris perfecto, arrancado ambos lados desde el suelo y circunvalando de manera simétrica la Colegiata del pueblo quedando esta justo en el centro de la imagen, cayendo de nuevo el haz de colores hasta el suelo en su otro extremo y con el relieve pirenaico como escenario de fondo.
Nos hemos quedado atónitos contemplando el espectáculo y lamentando el no haber cogido ninguno de los dos la cámara de fotos para poder perpetuar la imagen. Lo curioso además es que el efecto fue doble al crearse detrás del enorme arco, otro semejante aunque menos nítido y con los colores invertidos, algo que resulta ser mucho menos habitual que suceda.
Siento no poder colocar una fotografía de lo descrito junto a estas líneas ya que no será fácil que vuelva a ver un arco semejante bajo todas esas hermosas circunstancias.
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