
No todos los cuerpos envuelven voluntades vulnerables, la cuestión es diferenciar las presas idóneas de las que no lo son.
Supongo que esa clase de fantasmas no atienden a reflexiones tan sencillas. Esa sinceridad espontánea no hace bajar la guardia a todo el mundo.
Tras una pausa en mí sosegada meditación fantasmagórica decidir buscar mejores respuestas en las páginas de un libro de Auster y en las armoniosas melodías del metódico repertorio escogido expresamente para la ocasión. Por suerte hay temas que según como y cuando los escuchas, pueden llevarte de viaje a lugares donde las cosas funcionan bien o mal independientemente de todas las circunstancias reales que alteran nuestra vida; el problema como dice Loriga, es cuando la canción termina: el grupo deja de tocar y tienes que pensar que vas a hacer el resto de tu vida.
Después de todo y tras varios acordes desgarradores y otros tantos aullidos de Caleb Followill, dejé escapar por la puerta trasera de mis divagaciones a ese extraño compañero de viaje y dedicándome media sonrisa de complicidad a mi mismo, llegué a la conclusión de que a estas alturas ya no temo a los fantasmas…
¿De eso se trata, no?
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