
En un instante, mientras se aproximaba cabizbajo a la puerta de salida, se amontonaron desordenadamente en su mente miles de recuerdos palabras, imágenes y sonidos, cuyo destino con el paso de los años sabía que no iba a ser otro que el de un vago recuerdo en el mejor de los casos o simplemente el olvido. Su errante vida de nómada, hacia que sus días se contasen solamente en presente. Las formas pasadas carecían de importancia, y pensar en el futuro aunque este fuese inmediato dependía únicamente de cómo sortease el siguiente día. Antes de abrir la puerta de la calle dejó a sus pies las dos pesadas bolsas y se dio la vuelta muy lentamente para echar el último vistazo a ese inminente pasado. Allí de pie, solo y en silencio, le pareció que esas paredes grises y agrietadas lo serían aun más desde ese mismo instante. Daba igual quien fuera el próximo inquilino de la casa. Pensó que todas las mejores cosas ya habían sucedido, las mejores historias. Ya no hay más finales que contar se dijo para si mismo. Ahora el único ruido que podía apreciar era el de su pausada reparación. Con los ojos cerrados imaginó algo más en ese último instante. Algo con forma de despedida, algo que entremezclase todos esos sonidos cercanos, todos los gestos cómplices, las conversaciones, las voces familiares, los abrazos dados y recibidos, música, luz y colores rebotando por todas las paredes de ese extraño lugar. Habría bastado con un simple destello más brillante que las lágrimas que desfilaban por su mejilla…
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